Cuando alguien está enamorado, o más precisamente cuando lo está una mujer y además es al principio y el enamoramiento posee el atractivo de la revelación, por lo general somos capaces de interesarnos por cualquier asunto que interese o del que nos hable el que amamos. No solamente de fingirlo para agradarle o para conquistarlo o para asentar nuestra frágil plaza, que también, sino de prestar verdadera atención y dejarnos contagiar de veras por lo que quiera que él sienta y transmita, entusiasmo, aversión, simpatía, temor, preocupación o hasta obsesión.
[...]
De pronto nos apasionan cosas a las que jamás habíamos dedicado un pensamiento, cogemos insospechadas manías, nos fijamos en detalles que habían pasado inadvertidos y que nuestra percepción habría seguido omitiendo hasta el fin de nuestros días, centramos nuestras energías en cuestiones que no nos afectan más que vicariamente o por hechizo o contaminación, como si decidiéramos vivir en una pantalla o en un escenario o en el interior de una novela, en un mundo ajeno de ficción que nos absorbe y entretiene más que el nuestro real, el cual dejamos temporalmente suspenso o en un segundo lugar, y ya de paso descansamos de él.
(Los enamoramientos. Javier Marías).
Y, con esta entrada que rescaté de "borradores", vuelvo. Quizá solo un ratito o igual para quedarme, quién sabe.
(El cuadro es "the kiss" de G. Klimt).
Tienes que volver. Necesito que vuelvas. Quiero que vuelvas. Cualquiera que juegue un poco con las palabras me cae bien. Venga, ánimos :)
ResponderEliminar